¿Con qué nos
dejan cuando nos dejan?
Si hay algo que se parece mucho a morir en vida es el
desencuentro amoroso. Querer mucho a alguien que no nos quiere. Desear mucho a
alguien que no nos desea. O las quejas frecuentes de la actualidad: “está en
línea y no me habla…” … “me clavó el visto.”
De todas las sensaciones desagradables que se pueden
experimentar, esta es una de las peores. Y responde a varias cuestiones.
Desde que nacemos vamos construyendo nuestra imagen a
partir de significantes que salen de la boca de las personas que nos rodean.
Por supuesto la imagen no abarca solamente el aspecto físico, sino todos los
atributos que nos constituyen.
Cuando el niño pequeño escucha que su mamá habla de él,
comienza a colocar significantes en la “mochila” que probablemente definirá la forma
en la que se mirará posteriormente y a lo largo de toda su vida.
Entonces cuando su mamá dice “Juancito es un
desastre”, ya contará con un significante con el que cargará. Y tanto esta como
todas las palabras que vaya escuchando por parte del resto formarán parte de la
imagen que tenga de sí mismo e irán guiando su manera de manejarse, la mayoría
de las veces sin que lo registre.
Si Juancito se identifica conel significante
“desastre”, muy probablemente vaya por la vida fracasando en todo lo que se
proponga: trabajo, estudio, relaciones. Quizá algún día llegue a analizarse y a
descubrir el origen de este fracaso y ver si puede hacer algo con eso.
En “introducción del narcisismo”, de 1914, Freud
define al narcisismo como “aquella conducta por la cual un individuo da a su
cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual,
vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que
gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena.”
Recordemos que el término narcisismo tiene su
origen en el mito de Narciso.
Era un hombre muy bello y codiciado; se pasaba el
día entero admirando su belleza en el reflejo del río, mientras la ninfa Eco le
gritaba incesantemente “¡Narciso!” para sacarlo de ese ensueño en el que estaba
inmerso admirando su propia imagen. Pero el bello muchacho muy concentrado en
sí mismo no registraba nada de lo que pasaba a su alrededor, por lo que un día
se cayó en el río y se ahogó.
El mito de Narciso es un mito de muerte. Y
claramente describe que quedarnos anclados en la imagen no suele tener un final
feliz.
Con el narcisismo primario, se construye el yo con
características especiales, Freud lo ubica en sí como un ideal. Este yo ideal en
el que se encuentra el niño pequeño, implica que nada le hace falta. Es un
estado en el que cualquier demora es un problema, no soporta la espera, nada
que contradiga la satisfacción. Quiere todo ya mismo. Basta con observar a
niños de un año o dos, que quieren todo inmediatamente y manifiestan a gritos
su descontento cuando se les dice que no.
La pregunta es ¿Cómo se sale de este yo ideal si
hay tanta satisfacción? Es muy difícil la vida entre humanos teniendo esta
conducta donde sólo importa la satisfacción inmediata, incluso casi se puede
decir que en este momento de la vida no se es humano. Para salir de este estado
y ser humanos, se necesita EL OTRO.
Y si bien una “dosis” de
narcisismo se conserva toda la vida, podemos observar individuos que ya no son
niños por cierto, muy narcisistas y que como consecuencia no soportan que las
cosas no se hagan como o cuando ellos lo desean, y esto les dificulta
terriblemente la vida en sociedad, y por supuesto la vida en pareja.
Gracias a algo que no soy yo me convierto en
humano.
Y gracias a los significantes que aporta el otro
construyo una imagen de mí mismo.
La demanda del otro me humaniza. El niño empieza a
pensar lo que le conviene para ganarse el amor de los demás, que hacen posible
nuestra vida social enseñándonos las normas de convivencia “se come con
cubiertos” “se hace pis en el inodoro”, etc. El niño va descubriendo que a
medida que “hace las cosas bien” se va ganando el respeto y el amor ajeno. Así
luego intentará sacarse buenas notas, todo lo que le juegue a favor en este
sentido.
¿Qué sucede cuando nos
enamoramos?
Podemos decir que un poco de lo anterior se
prolonga cuando conocemos a alguien que nos gusta, ya que también intentamos
agradarle, “el amor es un engaño compartido” dice Gabriel Rolón y coincido
plenamente. Porque durante el enamoramiento queremos gustarle al otro y para
conseguirlo decimos algunas cosas que en realidad no son tan así, y que cuando
este período pase habrá que ver si el otro está dispuesto a aceptar y viceversa.
En su libro “psicología de las masas y análisis
del yo”, de 1921, Freud le dedica un capítulo al enamoramiento, comparándolo
con la hipnosis. Y dice: “En el marco
de este enamoramiento, nos ha llamado la atención desde el comienzo el fenómeno
de la sobrestimación sexual: el hecho de que el objeto amado goza de cierta
exención de la crítica, sus cualidades son mucho más estimadas que en las
personas a quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la época en que no
era amado”…” El afán que aquí falsea al juicio es el de la idealización. Pero
esto nos permite orientarnos mejor; discernimos que el objeto es tratado como
el yo propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor
de libido narcisista.”
En
otras palabras, cuando nos enamoramos idealizamos al otro al punto de alterar
nuestra percepción; le mostramos una foto a alguien y le decimos “mirá lo
hermoso/a que es” y nuestro amigo nos mira raro, porque claramente no ve lo
mismo.
Más
allá de que todos tengamos gustos diferentes, cuando idealizamos a alguien
vemos cosas que en realidad no son así, no solamente a nivel físico, sino que
creemos que esa persona es la más inteligente, la más buena, etc. Y algunos
años después cuando estamos enamorados de otra persona nos preguntamos qué le
vimos o cómo no pudimos ver ciertas cosas que en realidad eran obvias. Y sucede
que “el amor el ciego”, o más bien los amantes…
Con
respecto a lo que dice Freud acerca de la libido narcisista que afluye al
objeto, podemos decir que el enamorado siempre está expuesto, ya que todo lo
que le deposita al ser amado lo va dejando “vacío”, en cuanto más le deposito
al otro más me voy vaciando yo.
Más
adelante continúa Freud: “Calla la crítica, que es ejercida por esta
instancia; todo lo que el objeto hace y pide es justo e intachable. La
conciencia moral no se aplica a nada de lo que acontece en favor del objeto; en
la ceguera del amor, uno se convierte en criminal sin remordimientos”.
Incluso,
compara el enamoramiento con la hipnosis, diciendo: “El trecho que separa el
enamoramiento de la hipnosis no es, evidentemente, muy grande. Las
coincidencias son llamativas. La misma sumisión humillada, igual obediencia y
falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado”.
Freud distingue tres fuentes de la elevación de la
autoestima en el ser humano:
1)
Una fuente de la intensidad, de la elevación de la
autoestima, es el resto de lo que queda del narcisismo primario para cada uno,
como resto que queda activo desde aquellos tiempos iniciales.
2)
Otra fuente es el cumplimiento del ideal del yo.
3)
Latercera fuente, de la que me ocuparé aquí, tiene que
ver con la correspondencia amorosa del objeto de amor.
La correspondencia amorosa es una de las cosas que
más influyen positivamente en nuestra autoestima. El otro me ama.
Hay que tener en cuenta que el
hecho de que nos enamoremos de alguien que tenga la misma predisposición
inconsciente para amarnos en el mismo momento que nosotros a él/ella y que
luego eso perdure en el tiempo es un suceso casi milagroso.
Porque para que ello suceda, es necesario que las
dos personas involucradas estén lo más “sanas” posible y puedan ceder un poco
de este narcisismo, lo cual es una tarea muy difícil, porque, como expliqué más
arriba, todos queremos hacer siempre lo que queremos cuando queremos y tener
razón en todo. Pero estar en pareja implica negociar constantemente y entender
que al otro no le gusta o no lo llena lo mismo que a nosotros, y que a veces
tendremos que “quedarnos con las ganas” de algunas cosas o hacer cosas que no
nos gustan. Si no podemos hacer eso es muy difícil llevar adelante cualquier
relación humana, no sólo de pareja.
Pero también puede suceder
exactamente lo contrario, y es lo que observamos en personas altamente
inseguras: se quieren tan poco que no creen ser dignos del amor del otro.
Entonces no pueden dejarse querer, es como si desvalorizaran o subestimaran lo
que el otro siente porque no pueden terminar de creerlo, como si pensaran “¿Cómo
se va enamorar de mí esta persona si yo no tengo nada interesante, o no tengo
nada que pueda gustarle?”
Puede que en este ejemplo haya
sucedido que el sujeto se haya identificado a una frase que le dijeron en su
infancia, “a vos nunca nadie te va a querer en serio” y que por eso no pueda
abrirse a que alguien lo quiera. O puede que no, la cuestión es que la imagen
que esta persona construyó de sí misma claramente no la favorece.
Porque nuestra forma de vernos nos
acompañará donde vayamos: a una entrevista de trabajo, a rendir un final, a una
cita con la persona que nos gusta. Por eso la más importante siempre es nuestra
propia opinión sobre nosotros mismos, nuestra propia mirada, que
paradójicamente se construye a través del otro, pero luego ha de ser nuestra.
Vuelvo a citar la frase de Sartre que cité en otro artículo “¿Qué hacemos con
lo que hicieron de nosotros?”
La autoestima tiene que ver
justamente con esto. Con cuánto nos estimamos. Esto habilitará (o no) a que el resto
lo haga.
Porque si creyéramos que de lo
que se trata es de gustarle a todo el mundo, tendríamos que ser de muchas
formas diferentes, ya que no a todos nos gusta lo mismo; si fuese así todos
estudiaríamos lo mismo, trabajaríamos de lo mismo y nos enamoraríamos de la
misma persona.
A veces cuando no nos eligen para
cierto trabajo nos sentimos mal, inútiles. Y tal vez no sea tan malo no ser
bueno para ciertas cosas. Me viene a la cabeza una frase muy conocida de
Einstein: “Todos somos unos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de
escalar un árbol, vivirá su vida entera creyendo que es estúpido.”
Algo similar podemos equipararlo
a la vida amorosa: a veces nos enamoramos de alguien que no puede amarnos.
Simplemente no puede valorar lo que somos, sea por el motivo nombrado más
arriba (su falta de amor propio), sea porque no está pasando por un buen
momento y no puede abrirse, o por la sencilla razón de que no formamos parte de
su deseo, lo cual es lo más difícil de aceptar.
He escuchado pacientes angustiados por un
desengaño amoroso que decían “preferiría que se hubiese muerto antes de que me
haya dejado.” Y es lógico que prefieran eso, porque no es lo mismo terminar con
alguien porque murió que porque ya no nos ama.
Y, aunque doloroso, no es algo
malo, simplemente es algo que sucede a menudo, basta para comprobarlo con
escuchar a personas que dicen haberse enamorado perdidamente de alguien a quien
nosotros ni siquiera miraríamos. Reitero, no a todos nos gusta o nos llena lo mismo.
Porque contrariamente a lo que
sucede en el ejemplo que di de las personas muy inseguras que piensan que no
hay nada que al otro pueda gustarle de ellos, lo que pasa a veces es que nos
enamoramos de alguien que no siente lo mismo y tendemos a pensar qué es lo que
no tenemos que hace que no nos corresponda con su amor, cómo tendríamos que ser
para agradarle, más o menos como expliqué más arriba con el ejemplo del niño.
Y entonces me imagino la
siguiente escena: la persona no amada por su enamorado mirándose en un espejo y
enojándose consigo misma por no llenar las expectativas del otro, por no
sentirse suficiente para que el otro lo ame. Y es un momento muy doloroso y de
mucha crueldad para con uno mismo, porque, repito, la correspondencia amorosa
no depende de una sola persona.
Y entonces ¿podremos responder la
pregunta del título de este artículo? ¿Con qué nos dejan cuando nos dejan? Me
parece que cuando alguien a quien amamos nos deja, nos deja con un encuentro.
Este encuentro es un encuentro
cara a cara con nosotros mismos, con quien quizá hacía mucho tiempo no nos
encontrábamos. Si observamos a las personas que nos rodean, muchas veces cuando
vemos que alguien se cortó el pelo o empezó a hacer ejercicio sospechamos que
terminó recientemente una relación, como si al estar en pareja uno no se
ocupara tanto de sí mismo.
Estamos hablando de un objeto de
amor que nos deja estando enamorados, claramente. Y entonces nos deja con toda
la libido depositada en él, como expliqué más arriba. Un encuentro con nosotros
pero vacíos. La energía psíquica es lo que hace que nos levantemos cada mañana
y enfrentemos la vida, es como nuestro combustible.
Y durante el duelo está
depositada en el objeto de amor. De a poco podremos ir reubicándola en nuestras
tareas habituales y luego en otra relación.
No existen pastillas mágicas, de
hecho no hay nada mágico que nos ayude a enfrentar o a salir más rápido de un
duelo. Solamente se lo atraviesa sufriendo, y eso es lo que todos querríamos
evitar.
Pero no animarse a amar por miedo
a sufrir un desengaño amoroso, es como no animarse a vivir porque en algún
momento nos llegará la muerte…
No hay comentarios:
Publicar un comentario